miércoles, 9 de marzo de 2011

Estuve de viaje en el futuro

Ayer quise salir del cotidiano presente, sin querer y sin pensarlo, aparecí en un tiempo que no logré definir hasta que supuse estar mucho más adelante de donde apenas pisaba. No me gustó lo que vi, y como buen viaje, quedaron recuerdos y enseñanzas. Comparándolo con el mundo actual, las cosas cambiaron tanto como no cambiaron realmente: el hombre seguía comportándose igual de insensible y ambicioso...

Comparándolo con el mundo actual, las cosas cambiaron tanto como no cambiaron realmente: el hombre seguía comportándose igual de insensible y ambicioso, con hambre de poder y dominio, solo que ahora era más frívolo y egoísta. Vi mucha miseria y necesidad entre los ciudadanos, también muertes sin sentido, incluso, algunos caníbales que ruñían huesos de personas como si fueran pollo.

Había mucha oscuridad y baños en donde ya no existían llaves ni tubos, sólo bolsas de agua que salían de una máquina tragamonedas y huecos en la tierra con una especie de sistema de succión. Esto me hizo pensar en la escasez del agua, así que fui en busca de un periódico para mirar indicadores económicos, pero tampoco existía la imprenta como tal: los libros están en manos de unos pocos y en museos, no bibliotecas.

Hay medios virtuales comunitarios, así que llegas a leer los titulares de las noticias en unas pantallas que están ubicadas en las estaciones de transporte. Busqué los indicadores y encontré variaciones: ya no hay petróleo, el precio de los metales o piedras preciosas está por las nubes y sirven para hacer trueques.

En mi época, no recuerdo haber visto un indicador en el precio del agua, sin embargo, aquí sí aparece, y dice: Barril de agua - 620 dólares. Averiguando, el barril trae 50 litros, es decir, el litro de agua cuesta un poco más de 12 dólares. En nuestra época la botella 2 litros costaría algo así como 25 dólares y tiene que servir, como mínimo, para lavarse los dientes e hidratarse.

Los atuendos y accesorios que utilizan las personas se destacan por el cuero y el látex, sobre todo, en las ciudades frías, que predominan, gracias a la nube de polvo visible en el cielo y que poco deja pasar los rayos del sol, una de las muchas secuelas que dejó la Tercera Guerra Mundial.  Ya no hay barrios de casas, sólo veo edificios y ausencia de parques entre la gran ciudad.

Habían otras cosas que por ahora no contaré, por su rareza, dureza y esa incapacidad que tenemos los hombres de ver más allá de lo que muestra el día a día, porque vivimos sin pensar que mañana podría existir otro amanecer, también, con sus necesidades. No puedo irme sin antes contar que la guerra, a parte del agua, también es por el sol porque toda la energía que se produce es gracias a él.

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